Las mujeres, desde principios del siglo XX y hasta la actualidad, interpretan el tango desde su preciosa vocalidad, uno de los tesoros del género. Nos detendremos solo en los años veinte. Hace poco menos de un siglo emergieron varias cancionistas, de muy diverso carácter, que con su arte enriquecieron el mundo del tango. Rosita Quiroga, la cancionista del barrio, con su tono intimista y sus matices de cantora de estilos. Ada Falcón, la romántica, emotiva, una sofisticada diva del tango. Con su enorme personalidad, Mercedes Simone se imponía con un fraseo tanguero muy personal que enamoró a toda América latina. La de mayor presencia escénica puede haber sido Azucena Maizani, la Ñata Gaucha, que solía presentarse con trajes masculinos o atuendos criollos; sensible y temperamental, era tal vez la más popular. Todas ellas fueron también actrices, pero la más ligada a la actuación fue Libertad Lamarque; sus dotes dramáticas potenciaron su destacada musicalidad. La gran Tita Merello cultivó un estilo reo que delineó un personaje adorado por la gente. Fueron un quinteto animoso, artistas estupendas, conscientes de su trascendencia y del fervor que despertaban en el público. Alcanzaron un estrellato poco dimensionable actualmente si consideramos los limitados mass media de esa época. Los cantores de entonces, con Gardel a la cabeza, las admiraban. El tango les debe uno de sus capítulos más grandiosos aunque hoy están un poco olvidadas. Gardel reina en ese pasado fundacional del tango y luego durante los años cuarenta las orquestas con sus cantores parecieron marcar el canon. Pero la magia de las cancionistas resurge apenas visitamos la enorme cantera de sus grabaciones. Ellas triunfan, aún, en un mundo que cada vez las necesita más para poder abarcar en su debida dimensión el verdadero sentido del tango.
Una noche en la milonga
Ada Falcón
Maldito tango
Libertad Lamarque
La musa mistonga
Rosita Quiroga
Danza maligna
Azucena Maizani
No te aguando más
Tita Merello